Seamos sinceros: las bebidas dulces nos gustan más. Ya sean frías o calientes, jugos o cafés, gaseosas o infusiones. "El sabor azucarado es agradable para el paladar humano, y una manera de paliar situaciones de estrés o desánimo, por el placer que genera". Entónces, a menudo y por la mala fama del azúcar, recurrimos a versiones edulcoradas. Casi el mismo sabor y menos calorías. El azúcar lleva cuatro calorías por gramo y los edulcorantes artificiales ninguna. Es cierto, pero también que investigaciones recientes apuntan a que quizás, al pedir la bebida con sacarina, le está usted haciendo un flaco favor a su dieta, al microbioma (conjunto de microorganismos) de su estómago y, de paso, alimentando sus posibilidades de desarrollar obesidad y diabetes.
Mientras que la obesidad alcanza proporciones de epidemia en muchas partes del planeta, se sabe que su solución es, simple y llanamente, el control del peso. Cuando uno quiere adelgazar lo que se aconseja es restricción calórica, ingestas menores a las que habitualmente se consumen y aumento de la actividad física. Nunca se debe sustituir el consumo de agua por el de bebidas edulcoradas y, sin duda, cuando hay problemas de obesidad y diabetes se debe primar el consumo de edulcorantes artificiales sobre el azúcar.
Recientemente he leído sobre Alberto Lana, investigador en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Oviedo y perteneciente también a la Universidad Autónoma de Madrid, es el primer autor de un artículo que asocia el consumo de bebidas con sacarosa con biomarcadores de obesidad y diabetes tipo 2. “Es un tema controvertido, pero la investigación independiente ha demostrado que el consumo de refrescos azucarados, por pura lógica, aumenta el riesgo de obesidad, sobrepeso y diabetes tipo 2 y, por lo tanto, probablemente, de cualquier enfermedad cardiometabólica”, explica Lana.
En dicho estudio, el científico y sus colegas observaron cómo la ingesta de estos jugos (refrescos y zumos) aumentaban los niveles de insulina (la hormona que regula la captación de la glucosa en sangre) y de leptina (la que regula el apetito, entre otras funciones), ambas asociadas con la obesidad. Primer dilema resuelto: en cuestiones de sobrepeso, mucho mejor la sustancia sintética.
El lado oscuro del edulcorante artificial
Se realizaron estudios; comprometiendo tres edulcorantes artificiales, utilizados de manera habitual en bebidas y alimentos (sacarina, aspartamo y sucralosa), modificaban las bacterias de la flora intestinal, provocando que se generara intolerancia a la glucosa, un primer paso en el desarrollo de obesidad y diabetes.
Los edulcorantes artificiales fueron introducidos en nuestra dieta con la intención de reducir la ingesta de calorías y normalizar los niveles de glucosa en sangre sin que el sabor ‘dulce’ se viera comprometido, escriben los científicos en su artículo: "Nuestros resultados sugieren que los edulcorantes artificiales quizás contribuyen de manera directa a la epidemia contra la que en teoría deberían lidiar”.
Entonces, ¿en qué quedamos?
Puesto que hay tantas opciones “artificiales” obviamente, les recomendaríamos que le dieran un mejor uso a los edulcorantes que sean fabricados a base de esencias naturales ya que éstos se han comprobado que son una mejor y más saludable opción; también la opción más segura para cada uno es la de educar a su cuerpo y sobretodo informarse bien sobre lo que están consumiendo.
De todos modos, las investigaciones sobre los productos light han hecho poco más que empezar. Ya veremos lo que la ciencia nos depara. El estudio de si las bebidas edulcoradas, como los azucarados, están asociados a obesidad y diabetes todavía está en fases muy preliminares. Mientras tanto, nos queda la recomendación de la OMS, que sugiere no superar los 25 gramos de azúcar al día (un envase individual de zumo de naranja industrial, por ejemplo, tiene 11,2 gramos). Y la de la FDA, que insta a no consumir más de 15 miligramos de sacarina por jornada y kilo de peso corporal (el límite de una persona de 70 kilogramos es de 1.050 miligramos; y una pastilla tiene 11,2). Así que les dejo ésta frase: “Todo lo que se consume en exceso hace daño”.
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